LA VANGUARDIA
BARCELONA
2/11/2020
El Nodio
Todos los censores de la historia han repetido siempre el mismo mantra: su objetivo no es censurar la libertad de expresión, sino proteger a la verdad, frente a la mentira. Autodefinidos en guardianes del relato público, intentan esconder su verdadera naturaleza: el control del pensamiento crítico.
Por supuesto, ello es evidente en las dictaduras, siempre obsesionadas en destruir a las ideas críticas, a la disidencia y a todo lo que escape de su control político, no en vano, la libertad de expresión es enemigo público de las tiranías. Lo sabemos, lo señalamos y en las circunstancias posibles, lo combatimos. Pero, cuando ese objetivo de control se instala en el corazón de una democracia, y los instrumentos que deberían garantizar el pensamiento crítico, se convierten en la tenaza que los lamina, es mucho más difícil identificar la vocación censora del gobierno. Primero, porque se revisten de una retórica digerible y políticamente correcta que no habla de censura de las ideas, sino de control de las mentiras, una especie de filtro de falsedades en los tiempos de la posverdad. Y, segundo, porque cuesta imaginar el espíritu inquisidor en los gobernantes democráticos, aunque lo cierto es que ese espíritu está arreciando, con muestras tan sonoras como Polonia y Hungría, cada vez menos democráticos, y con Turquía en pleno proceso autárquico.
El último ejemplo de esta agresión severa a la libertad de expresión viene de Argentina, donde su gobierno -instalado en un populismo de izquierdas cada vez más sectario-, aprovecha la pandemia para crear NODIO, “el observatorio de la desinformación y violencia simbólica”. A partir de la propuesta, se han disparado todas las alarmas en el ámbito periodístico, cuyas heridas por el control de la opinión crítica, en tiempos del kirncherismo, aún están abiertas. Periodistas tan notables como Longobardi han hablado de goebelismo, y las críticas han salido de todos los ámbitos, desde agrupaciones como “Profesores Republicanos”, hasta la propia Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales. Todos coinciden en que se trata de una forma eficaz de cercenar el pensamiento crítico. Lo cierto es que da pavor que, desde el poder político, se crean organismos censores. La libertad de expresión, en democracia, queda regulada por los códigos deontológicos y, por supuesto, por el código penal. Interponer órganos gubernamentales para tutelar la libertad de expresión, es un burdo intento de destruir la disidencia. Estos NODIO no nacen para proteger a la verdad, sino para crear una policía del pensamiento.
DESTACAT: Dicen ser guardianes de la verdad, pero son una policía del pensamiento
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